Cada vez que enciende mi viejo TV ATEC PANDA, uno de esos que aún resisten en los hogares cubanos, especialmente en esos raros momentos en los que ocurre un “alumbrón”, me encuentro una y otra vez con la misma frase que aparece en la pantalla: «Ser culto es el único modo de ser libre». Es una ironía abrumadora que esta frase de José Martí, nuestro apóstol, se haya convertido en un eco constante en medio de una realidad que niega precisamente lo que esa afirmación representa.
Al ver esa frase brillar en el fondo de mi sala, me lleva a pensar en lo lejos que estamos de ser realmente libres. Martí no solo hablaba de la libertad política, sino de una libertad profunda, una que nace del conocimiento, de la cultura, del pensamiento crítico. Y sin embargo, aquí estamos, atrapados en un sistema que ha hecho todo lo posible por despojar a las nuevas generaciones de esa capacidad de ser cultos en el sentido más pleno de la palabra.
El régimen ha utilizado la ignorancia como herramienta de control. Han apagado la llama del cuestionamiento en las mentes jóvenes, reemplazándola con la sumisión y la obediencia ciega. Han permitido que los valores se desvanezcan, no por accidente, sino por diseño. La cultura, la educación, y el desarrollo personal se han visto reducidos a una sombra de lo que alguna vez fueron, y es aquí donde reside el verdadero peligro. Porque un pueblo sin cultura es un pueblo fácilmente manipulable, y eso lo saben bien quienes nos mantienen bajo su yugo.
Cada vez que enciendo ese televisor en busca de un respiro del apagón cotidiano, la frase de Martí me recuerda lo que estamos perdiendo. No es solo la luz, no es solo la electricidad, sino algo mucho más profundo: el derecho a ser verdaderamente libres. Mientras más nos alejamos de esa cultura que Martí defendía, más difícil se hace imaginar un futuro diferente. Y lo más preocupante es que, si bien muchos reconocen esta realidad, pocos están preparados para asumir el compromiso que implica luchar por esa libertad.
Por eso, cuando pienso en la juventud cubana de hoy, me pregunto si realmente estamos listos. Si hemos perdido tantos valores, si hemos sido testigos de cómo la ética, el respeto y la solidaridad han sido erosionados por décadas de manipulación, ¿cómo podemos aspirar a la libertad? El régimen ha cultivado esta pérdida intencionalmente, porque saben que un pueblo desprovisto de estos principios no luchará por un cambio real.
La frase en mi TV PANDA sigue ahí, como un recordatorio constante de lo que podríamos ser, de lo que deberíamos ser. Pero hasta que no recuperemos esos valores que nos hicieron grandes, hasta que no eduquemos a las nuevas generaciones en el pensamiento libre y crítico, seguiremos presos, no solo de un sistema político, sino de una forma de ser que nos impide alcanzar la libertad en su forma más pura.
Martí nos dio la clave, pero aún nos falta mucho camino por recorrer para estar a la altura de su legado. Cada alumbrón me lo recuerda.
VIVA CUBA LIBRE