Hablando con un amigo recientemente, surgió una frase de Martí que siempre ha resonado en la historia cubana: «La verdad dicha de manera hermosa, con dulzura y con sencillez, siempre llega más lejos y aquella a quien va dirigida la recibe con una sonrisa en los labios.» Esta reflexión nos pareció clave para los tiempos que vivimos. Hoy, más que nunca, resulta vital recordar que la lucha que enfrentamos no se trata solo de gritar nuestras verdades, sino de hacerlo con la inteligencia y la belleza que Martí nos enseñó.
En un contexto donde el régimen controla la narrativa, donde la represión y las mentiras son las armas de los poderosos, la verdad es nuestro mayor recurso. Pero esa verdad no debe expresarse con odio o con violencia, sino con la claridad y el respeto que Martí defendía. Esta es la clave que discutíamos con mi amigo: usar la verdad como arma, sí, pero una verdad que toque el corazón y las mentes de quienes, quizás sin saberlo, también son víctimas del mismo sistema.
El régimen cubano ha construido su control sobre una red de mentiras y manipulaciones, sobre la represión y el miedo. Pero la verdad, dicha de manera inteligente y bella, tiene el poder de penetrar esas barreras. No necesitamos caer en la violencia verbal o física que tanto daño hace. No necesitamos rebajarnos al nivel de quienes reprimen con odio. La verdad, dicha con firmeza y con belleza, es suficiente para desmoronar cualquier estructura de represión.
Mi amigo y yo coincidíamos en que, en un país donde las mentiras oficiales intentan ahogar cualquier disidencia, la verdad no solo es necesaria, sino que debe ser comunicada de manera que inspire, que invite a la reflexión. No podemos caer en chismes o en respuestas llenas de rabia; no podemos dejarnos llevar por la desesperación. Nuestro poder está en las ideas, en la palabra, en esa verdad que cuando se dice de manera hermosa, como Martí la concebía, es capaz de llegar mucho más lejos.
La lucha que enfrentamos es una batalla de ideas, y esa es la verdadera fuerza que tenemos. Por eso, es crucial que la verdad que defendemos se diga con dulzura y sencillez, no con agresión. Los represores temen a la verdad porque saben que es imparable, y cuando la verdad se presenta de manera clara y hermosa, su efecto es aún más devastador para quienes han construido su poder sobre las mentiras.
En nuestra conversación, concluimos que este es el camino. No caer en las trampas del régimen, no responder con chismes ni con violencia, sino mantenernos firmes, sabiendo que la verdad bien dicha tiene un poder que trasciende. Martí nos dejó este legado, y hoy más que nunca debemos recordarlo. No se trata solo de decir la verdad, sino de cómo la decimos. Y si lo hacemos con inteligencia, con belleza, y con convicción, llegará a donde tiene que llegar: a los corazones y a las mentes de quienes, incluso del otro lado, acabarán reconociendo su fuerza, y quizás, algún día, ellos también la reciban con una sonrisa en los labios, entendiendo que la libertad y la justicia son inevitables cuando la verdad se abre paso.
VIVA CUBA LIBRE